[dropcap color=”#336600″ font=”arial”]C[/dropcap]uanto peor, mejor

Esta es la máxima que el nacionalismo catalán y español han adoptado. Cuanto peor estén las relaciones entre ambos gobiernos, mejor para ellos; cuanto más tensa es la situación, más activa está su gente; cuantos más agravios mutuos, más adeptos.

Parece que, definitivamente, la partida se va a jugar sobre el tablero del nacionalismo. Y aquí queda poco margen para los matices, poco espacio que no sea extremo: o aquí o allá, o conmigo o con ellos; nada de hablar de complejidades, de dudas, de querer estar en los dos sitios o, mucho menos, ¡no querer estar en ninguno!

Y en estas estamos, con unas encuestas en Catalunya que cada vez dan más ventaja a ERC y pronostican una subida importante de Ciutadans. Como dice un amigo, los extremos no sólo se necesitan, sino que están en temporada alta y crecidos después del abandono masivo de la ideología para organizarse entorno a la identidad.

Eso explica por ejemplo que, aunque ERC pierda apoyo por su izquierda, lo gane por lo identitario (y de momento la operación, en términos puramente cuantitativos, le sale en positivo… aunque sea a costa de renunciar a su E).

Y la pregunta que mucha gente se hace es ¿Dónde están las personas que eran de izquierdas antes del once de septiembre de 2012?

¿De verdad todas han sufrido un proceso de identificación y se han convertido al nacionalismo?

¿Desde cuándo es obligatorio ser independentista para reivindicar una mejor financiación y más respeto para Catalunya?

¿Algún internacionalista en la sala?

Es verdad que en las conversaciones privadas es más fácil encontrar gente así, gente de izquierdas, internacionalista (¡e incluso algún federalista!), gente que prioriza lo social antes -mucho antes- que lo nacional.

En la conversación privada es más fácil encontrar personas convencidas de que nuestra patria es la humanidad y que es mejor quitar que poner fronteras.

Existen, pues. Ahora sólo falta que se dejen ver y oir. Que salgan del armario.

Nadar contra corriente siempre es difícil, pero puede ser más divertido y, desde luego, vale la pena.

 

Miguel Comino, Secretario de Formación del PSC del Baix Llobregat

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