En La Palma de Cervelló tres generaciones de roseristas mantienen viva la huella de Pere Dot, pionero del cultivo de la rosa en Catalunya

Hoy se están regalando miles de rosas en todas partes, pero muy pocas son de rosales cultivados en Catalunya, puesto que quedan pocos horticultors especializados en su cultivo. Y eso que uno de los que consiguió más fama mundial fue un catalán nacido en Sant Feliu de Llobregat en 1885: Pere Dot.

“Cada vez quedan menos productores de rosales en Catalunya”, aseguran Pere y Víctor Dot, nietos del célebre hibridador. La competencia de los horticultores del País Valencià y, especialmente, de Andalucía, los ha hecho ir desapareciendo, aseguran.

Ellos, sin embargo, mantienen su plantación, que consta de un pequeño espacio en la Palma de Cervelló y de un par de hectáreas en Begues.

No sólo es una cuestión de negocio, sino también familiar: los Dot son la saga de roseristas más importantes de Catalunya, y su fundador, Pere Dot (1885-1976) fue uno de los hibridarores célebres en el mundo.

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Dot era hijo de jardinero y descubrió el mundo de estas plantas en un viaje en París de joven. A partir de los años veinte del siglo XX, las variedades de rosas que creó, más de un centenar, recibieron premios internacionales en certámenes de todo el mundo. Impulsó la primera Asociación de Amigos de las Rosas de Catalunya durante la República y contribuyó a internacionalizar la cultura catalana ya que bautizó algunas de sus variedades con nombres como Àngel Guimerà o Ignasi Iglesias que, de esta forma, viajaban por el mundo de la mano de las creaciones del roserista, recordó Carles Riba, presidente del Centro de Estudios Comarcales del Baix Llobregat, en un acto celebrado en Òmnium esta semana para recuperar esta figura.

De hecho, durante la Guerra Civil los responsables de una revista norteamericana escribieron al dictador Franco pidiéndole que no bombardeara los rosales de Dot en Santo Feliu. El jardinero, argumentaban, había creado tanta belleza como Velázquez o Goya.

Debido a la explosión demográfica vivida a partir de los años 1960 y del posterior crecimiento urbanístico en Santo Feliu, llegó un momento en que el plantel quedó en medio de la ciudad. 

Entonces fue trasladado a La Palma, al otro lado del río Llobregat. Y, mientras otros planteles históricos como el de Camprubí han ido cerrando, los Dot siguen cultivando allí sus rosales. Sin embargo, no abastecen el mercado para Sant Jordi porque en esta época sus plantas todavía no han florecido.

Crían más de un centenar de variedades de rosas, y producen entre 15.000 y 20.000 plantas el año.

Pero pocas variedades son todavía creaciones de su abuelo. 
 Pere nieto explica este proceso de sustitución de las creaciones de su antepasado: “Han ido saliendo variedades y nosotros vamos dejando las antiguas”, dice.

Mientras ellos velan por mejorar la calidad de las rosas que ofrecen, desde hace dos años el Ayuntamiento de Sant Feliu de Llobregat y la nueva Asociación de Amigos de las Rosas de Catalunya intentat recuperar el máximo número posible de las 180 variedades que la Asociación estima que creó Dot. Han encontrado variedades en todas partes del mundo, pero especialmente en un jardín alemán y un italiano. Ahora están recogiendo plantas de estas variedades y las están plantando en una nueva rosaleda abierta a la ciudad.

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